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lunes, 3 de abril de 2017

Mil Gracias o el relato de muchas rutas bibliotecarias inconclusas


 o el relato de cuarenta 
rutas inconclusas por el infinito mundo de los libros y sus lectores...

Este texto es una reflexión sobre la práctica  de convivir la lectura entre lectores, estudiantes, vecinos de barrio, profesores, líderes comunales y poetas.

 MUCHAS GRACIAS  A aquel grupo de profesores y amigos de las Granjas Infantiles de Copacabana - Antioquia que con tanto amor y esmero contribuyeron a la formación de lo que hoy soy: UN BIBLIOTECARIO. A Humberto Pérez Valderrama, a través de la conversación orientada siempre a tus lecturas, tus estudios y la formación de esa vocación educadora que te ha permitido la vida encausaste mis gustos hacia mis responsabilidades. Humberto donde estés  que Dios te rodee de mimos y resabios: te los mereces. Te he pensado todo el día de hoy. Hace cuarenta años me entregaste las llaves de la biblioteca del internado, desde una actitud firme, sencilla, solemne, pedagogizante y de empalme, me entregabas un legado para toda la vida: "A partir de hoy es el responsable de lo que ocurra en este recinto". Ninguno de los dos, ni los otros profes supusimos en el internado que mi vida estaría marcada por los libros, las lecturas, los lectores y las bibliotecas. Yo tenía quince años y recién empezaba de nuevo primero de bachillerato. En el internado fui bibliotecario mientras hacia los tres primeros años del bachillerato: allí conocí la alegría de servir y allí me sentí importante para los demás.  En especial,  las bibliotecas pequeñas, las de barrio, las de las instituciones educativas: "esos recintos creados para cambiar formas de ver la vida". Al padre Rubén, al que afectivamente lo llamábamos sólo por uno de los nombres de pila; al padre Julio, al profe Héctor Posada Ceballos;  a la profe Teresita Zapata Barrientos, al profe Ramiro Castrillón, al profe Pedro Cataño... A este grupo llevaba un nombre característico de la pequeña y nutriciosa comunidad en la cual ví por primera vez la ruta bibliotecaria. En el internado se les llamaba JEFE DE HOGAR.  De algunos he vuelto a tener noticias después. Con el profe Héctor cruzamos varias rutas literarias y de vida, muy significativas por demás mientras se fue a cumplir la cita ineludible.  Siempre supe de los progresos y limitaciones de tus apuestas intelectuales y educativas. A muchos de Granjas les perdí la pista del todo. A tí Humberto, espero y confío que un día pueda testificarte cómo este  bibliotecario ha seguido tu ruta pedagógica  desde la conversación: contrastando tu versión y la mía entre  muchos jóvenes quienes continúan leyendo y cómo  han aprendido a interpretar el mundo que han de cuidar.

Humberto, luego de la Granjas Infantiles Jesús Obrero (1977 a 1979), estuve como bibliotecario en la Corporación Colegio Montessori (1983 a 1985), allá en el barrio El Poblado, en el sector de San Lucas, arriba de la Loma Los Mangos. De esa experiencia podría contarte toda una telenovela mexicana con "largueros" de alegrías y nostalgias. Dos años después llegué  a la biblioteca Cooperativa La Esperanza (1987 a 1989) y me hice bibliotecario popular en Castilla La Esperanza comuna 6 de Medellín. De alí entendí que cada afán exigía una nueva lección, me hice lector del mundo y entendí la vigencia, que digo, la urgencia del CIUDADANO... Conocí el taller de poesía de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín y escribí para concursar "La historia de mi barrio" y nos alzamos el primer puesto. A partir de allí se escribe,  ya no telenovelas sino largometrajes: el bibliotecario,  además de solidario es partícipe de las dinámicas sociales de la comuna. Al ganar el concurso con un libro que parecía más una cartilla escolar titula: "LAS VOCES DE LA ESPERANZA o de cómo la Esperanza se hizo una realidad".   Y con este antecedente y sin graduarme de bachiller me vincula a la planta de personal de la Biblioteca Juan Zuleta Ferrer, filial de la Biblioteca Piloto (1990, 1991, 1994) por temporadas. También fuí REFERENCISTA de la Biblioteca Central: casi se me salen los ojos en ese universo, más de cien mil títulos ubicados de modo laberínticos donde manipule muchos muchos muchos títulos. Por razones que todavía no comprendo del todo fui a trabajar en las Hermandades del Trabajo: una biblioteca parecida más a una capilla donde nos escondíamos a soñar cómo podríamos mejorar el mundo del cual también empezaba a sentirme responsable. Allí por fin validé el bachillerato ante el ICFES y el título de bachiller lo recibo de manos de un mensajero. Entre mis cercano hubo jolgorio, ¡inolvidable por demás! Volví a la Biblioteca Piloto como secretario ejecutivo del comité de capacitación de las bibliotecas populares en el marco de un proyecto que auspiciaba la Consejería presidencial para Medellín y, de esa experiencia resulta tu pupilo ingresando a la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia para realizar los estudios de los cuales me habías hablado en el internado. En el camino fui pupilo de educadores con alma paralela a la tuya, nuca deje de evocarte... hoy tus palabras me suenas como las de mi mamá, acompañan al sol recordándome aquellos hábitos que nos hacen hábiles en el día a día. 

De esa experiencia aprendí hasta lo que no debía. Con mis pies recorrí a pie ese Medellín del conflicto y la contradicción, de los sueños y la frustración, de la pugna entre la oportunidad y el desarraigo; las diez y seis comunas las anduve varias oportunidades, de biblioteca popular, comunitaria, barrial, cívica o de cualquiera otra denominación con un cordón umbilical inconfundible: la extensión y el entretejido de los invisibles hilos de la solidaridad, desafiante, humana ¡catártica! Más de setenta bibliotecas que se sostenían de la generosidad de los vecinos de los barrios a lo largo y ancho de la ciudad, sumando además algunas de Bello y Barbosa para el norte e  Itaguí y Envigado para el sur. Las bibliotecas populares fuimos moda en Medellín sin la prensa que se robaban las balas. Aún existen una treinta aproximadamente dando una interminables y agotadora lecciones de esperanza, tenacidad y fe en la juventud y la niñez. En esas lidias te extrañaba e intensamente me sentía muy orgulloso de haberte escuchado y, la vida siempre activa, me ha reglado la lectura de una novela que sintetiza este relato en las manos de un artista de la talla del Nobel: "Narciso y Goldmundo" de Hermann Hesse...  ¡Y supe ponerme tus zapatos!

Sin darme cuenta un lector de la Juan Zuleta Ferrer me refirió que la Fundación Solidaridad por Colombia sede Medellín agenciaban una presencia filantrópico cuyas bases aún se sostienen en la comuna nueve y fui a parar a la Biblioteca Pan de Azúcar cuyo lema propuse: "Donde todos podemos leer" (1993 a 1995), donde conocí a los niños que me enseñaron el poder del origami. No supe cuando Dios me puso allí ni cuando me retiró. Las matemáticas me ponían a prueba entre la realidad de las balas que agobian la cotidianidad de mi ciudad, o sea mi cuna y a ningún niño le llama la atención sentirse amenazado. Otra vez me ví bailando el vals de la contradicción y supe que las bibliotecas populares se jugaban la vida de sus lectores y soñadores. Y en esa misma dirección  resulte el Colegio Técnico El Minuto de Dios(1996) en el barrio El Tablazo en Itaguí, ¡hacia el sur a constatar que la Rafaela Carra tenía razón!



Y un día regreso a la Biblioteca Pública Piloto con una misión desafiante: iniciar los servicios en la sede del barrio EL RAIZAL,(1997) arriba del barrio de mi infancia: Manrique Oriental. El Parque Gaitán, los tangos, los buses de Transmayo, la cancha de fútbol barrial "La Arenilla", pasar por la cuadra del granero Kaliman y los jóvenes en medio de las balas desafiando... al terminar este relato iré al diccionario de María Moliner a buscar otros sinónimos que la realidad de esos día me les arrebató el sentido... sentido que permí. Enfermé y otra el viento me llevó al norte y en esta oportunidad aterrice en FE Y ALEGRÍA a Niquía - Bello donde mas de una década funciono la biblioteca José María Vélaz(1998 a 2002). Allí al lado de educadores y bibliotecólogos me pasee entre la literatura infantil, la promoción de lectura, la catalogación y el apoyo bibliográfico a los docentes de modo fuera de serie. Esta telenovela tiene su propia "saga". Y antes de partir a la cita ineludible, "Carmela" como la llamabas vos  me hizo prometerle que un día tenía que agradecerte ese enrutamiento de "viva voz" a lo San Pablo y que bien lo podía hacer contandote los productos y obviando las desdichas de esa vocación bibliotecaria. 

El texto se hace muy extenso Humberto. Procuraré resumir: para el 2001 me graduó de bibliotecólogo y mi mamá invita a medio Medellín a la ceremonia de los grados de su hijo y llenó una nave del Paraninfo de la Universidad de Antioquia... siempre supimos que en ese momento no estabas en la ciudad y sino, de la foto para la posteridad no te habías librado. Estuve después en la biblioteca del Barrio Granizal y fuí el representante legal de la asociación de bibliotecólogos egresados de  la Universidad de Antioquia ASEIBI (2004 a 2008) y empecé a viajar por varias ciudades del país hablando de libros, bibliotecas, lecturas, escritores, poesía, sueños, fantasías, aquí el etcétera recupera vigencia si de inventariar  ideas, saberes, datos, conocimientos, y tantas vivencias más por inventariar. ¿Cuántos tintos nos debemos? ¡Se me olvida tu gastritis! Las historias que tengo de Pasto, Buenaventura, Quibdó, Montería, Sincelejo, Cartagena, Barranquilla, Leticia y de Antioquia el norte, los pueblos de toda la ruta lechera y Maceo, ¡Ah! Maceo, la tierra del profesor Posada a donde él me llevó con este fin: sustentar la lectura en el entorno rural. La justificación era de corte burocrático, un ejercicio demasiado abstracto para mi gusto, y me dije: "Si Posada Héctor cree en mí para esa tarea, ¡hagamosle! Fuí  para ser testigo de su partida de este mundo y creer en las preguntas que le justifican su existencia... legado que aún no sé si recibo.  Para el 2012 regresó a Medellín buscando mis raíces... en REBIPOA 



 


 en REBIPOA, un grupo de amigos que me apalancan para que emprendiera el viaje que aún es vigente: EL YOPAL en el Casanare.  Salí hacia una biblioteca universitaria. Y estando acá los profesores Didier Alvarez y Orlanda Jaramillo  de la EIB me enrutan a través de una colega y maestra de la profesión, Silvia Castrillón, y he de viajar en el 2013 a Porto Alegre - Brasil a hablar de la bibliotecas como escenarios que construyen redes de confianza. Humberto haciendo este inventario me topó hoy tres de abril, cuarenta años después, tomando conciencia que no tengo con qué pagarte ni un céntimo de tus esfuerzos... te cuento esto para que tengan una noche tranquila convencido de que tu vocación educadora no murió en el desierto. 

Valió la pena Humberto dedicar tu tiempo
a enseñarnos a vivir.
Valió la pena aprender a escuchar el alma 
de los lectores que buscan la poesía 
que se esconde entre los libros 
de todos los amores y desamores del mundo.

Valió la pena Humberto, con tus saberes juveniles
                                                  me encargaste de una ruta de la felicidad...
                                                  y a pesar de las vicisitudes  y obviando los atajos
                                                  sólo puedo decirte esa palabra hermosa 
                                                  de nuestro idioma, esa palabra que usa las mayúsculas
                                                  de vez en cuando... esa palabra que ya conoces
                                                  y yo le he puesto la música de cuatro décadas:
                                                 ¡simplemente gracias!