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martes, 24 de marzo de 2015

Cuidar los libros es cuidar el espíritu de los pueblos


Para cuidar los libros
 ...unas breves recomendaciones: 

por Luis Emiro Álvarez

- En la fotocopiadora, los aplastan demasiado para enfocar los extremos centrales de las páginas. Con este procedimiento sufren los lomos y los libros, al cabo de treinta veces, se han desencuadernado. En especial los libros que han sido colbonados (uso exclusivo de colbón como pegante) desde su origen.  

- En la biblioteca de Unitrópico se procura, se le aconseja a la comunidad académica de arquitectura para su conservación preventiva que en lo posible fotografíe o escanee los libros de su colección y, que evite al máximo fotocopiarlos. COLOMBIAE, el portal del patrimonio bibliográfico y  documental colombiano  recomienda que "El fomento y uso de normas comunes y mejores prácticas para todas las bibliotecas e instituciones que se unan al proyecto" un proyecto de colaboración cultural en el ámbito digital. Ahora, si queremos hacer uso de convenios interbibliotecarios, nos corresponde observar dicha pauta.

- En los bolsos o en las maletas los libros van empacados con muchos otros objetos, o líquidos o comida. Si los envolvemos en una bolsa plástica  transparente y la sellamos con cinta,  el libro o la fotocopia queda protegida de las consecuencias ocasionadas por de cualquier accidente.

- En las mesas de trabajo, mantener a la mano limpiones absorbentes de líquidos  y talcos, útiles en caso de accidente, cuando se riegue el vaso de agua o de gaseosa o el tinto.  

- Al pasar las hoja de los libros, recordemos como se acarician los pétalos de una rosa. Si pasamos dichas hojas como amarramos los  lazos de la aparejo.

- En Fe de erras boletín biblioteca Unitrópico les agradecemos nuevas recomendaciones. Somos conscientes de que cada lector se da sus trucos para cuidar este invaluable y cotidiano tesoro. 

- Los bibliotecarios, los bibliotecólogos , los documentalistas y los amigos estamos en contra del dicho perverso y malsano que reza:  "No se sabe quien es más pendejo. si el que presta libros o el que los devuelve". Ese dicho defiende a los que enriquecen bibliotecas personales que nadie defenderá, porque esta comprobado que muchas veces ni el propio dueño lo puede defender en  una catástrofe. Pero ataca de paso las intenciones de defender el patrimonio cultural, que es lo mismo que el patrimonio colectivo, que es lo mimo que el patrimonio de todos.

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AHORA SOBRE EL SERVICIO DE LOS OBJETOS PERDIDOS, UNA NOTA

Por el afán, por los compromisos, por los contratiempos, por múltiples razones, en una cultura como la nuestra,  los olvidos son el pan de cada día;  atosigan la cotidianidad y vuelven añicos  las competencias de la cordura y la paciencia. La persona más cuerda pierde sus cabales en el momento en que toma conciencia de  que perdió las llaves de la casa, de la moto, del carro y, en el peor de los casos, las llaves  de la oficina: “¡Y ahora cómo le digo al Jefe!”

En época de parciales a la biblioteca nos llegan agendas, cuadernos de notas, cascos, calculadoras, celulares, cargadores, bolsos, gafas, lapiceras, brazos, manos, piernas, cabezas, orejas, ojos, sentidos, sueños, desvelos, identidades  ¡y todo tipo de pluralidades!

Por los días de lluvias, abundan  las  gabardinas, las sombrillas, los impermeables, y todos aquellos objetos que nos sacan de apuros ante el torrencial aguacero. Por lo tanto, afirmar que  el servicio de LOS OBJETOS PERDIDOS BUSCAN SU DUEÑO es más que pertinente, es oportuno y, ante todo es original entre las bibliotecas, pues salen a la caza de los lectores perdidos, o mejor, de los perdidos lectores. El equipo de trabajo de la biblioteca Unitrópico les da la bienvenida y gustosos les ayudamos a recuperar la cabeza, mejor aún, la inteligencia. No podrán decir que no volvemos a la vida real como seres inteligentes cuando esas benditas  llaves aparecen  (benditas es un sinónimo de cualquier otro  adjetivo). Este tipo de hallazgos lo celebramos con un poema de Jorge Luis Borges:

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Tomado de: http://www.amorpostales.com/LAS-COSAS.html (consulta 23 - 02- 2015)



jueves, 19 de marzo de 2015

EGRESADO UNITROPICO - Una comunidad académica para pensar un nuevo Casanare


Una comunidad académica para pensar un nuevo Casanare

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Alguna vez hemos subido a una montaña, hasta su pico más alto.  Durante el ascenso subíamos convencidos que al llegar a la cumbre tocaríamos el cielo con las manos. Unos sólo aspirábamos a palparlo solamente. Muchos otros han querido atraparlo entre sus manos pero todos todos caímos de bruces en el oscuro reino de la  desilusión cuando constatamos lo distante que está el cielo de nuestras manos. Resulta desafiante seguir. Seguir resulta posible cuando hemos coronado un  logro... A celebrar éste y, a retomar fuerzas para emprender la ruta hacia una nueva meta. Lo que quiero decirles esta tarde lo dicen mejor poetas como el uruguayo Eduardo Galeano o el español Juan Ramón Jiménez. 

Eduardo Galeano nos define la Utopía:

Ella estaba en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino dos pasos y
el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré.
¿Para que sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar.

Juan Ramón Jiménez nos define el por qué de la lucha:
“…Escalador de la montaña más alta ¿Cuál es tu último horizonte? Y una vez vistos, si fuera posible, todos los horizontes de este mundo, nos quedan los horizontes morales, a dónde se llega a soñar y esos sí que no se acaban nunca, y sólo por la diferencia de visión, como los materiales, sino por la sucesión inextinguible de ansias sin limites”
de Juan Ramón Jiménez

http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001395/139551s.pdf




http://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/286/1/MetodoFacilSerPoeta.pdf



http://www.revistacultura.com.pe/revistas/RCU_27_1_la-poesia.pdf



 El juego 




 Si el juego es una carrera 

 Y sólo gana el que llega

 Yo así no juego más. 



 Si el juego es una pelea

 Y sólo gana el que pega

 Yo así no juego más. 


 Si estoy jugando contigo

 Y por ganar te lastimo 

 Yo así no juego más. 



 Si por ganar no me importa

 Que vos te quedes sin torta 

 Yo así no juego más.
 


Yo sólo quiero jugar

 Porque es la forma mejor 

De dejar pasar el sol. 




No me quieran enseñar

 Cómo se debe jugar

 Que el juego lo inventé yo. 



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Re-editado abril 7 de 2016, lea.


martes, 17 de marzo de 2015

receta de mujer, un poema clásico para aprender de memoria

"Receta de Mujer"

 por 

Vinicius de Moraes




Las muy feas que me perdonen
Mas la belleza es fundamental. Es preciso
Que haya en todo eso algo de flor
Algo de baile, algo de haute couture
En todo eso (o si no
Que la mujer se socialice elegantemente en azul como
en la República Popular China).

No hay término medio posible. Es preciso
Que todo eso sea bello. Es preciso que de pronto
Se tenga la impresión de ver una garza apenas posada
y que un rostro
De vez en cuando adquiera ese color único del tercer
minuto de la aurora.

Es preciso que todo eso sea sin ser, pero que se refleje
y florezca en el mirar del hombre. 
Es preciso, es absolutamente preciso
Que sea todo bello e inesperado. Es preciso que unos
párpados cerrados
Recuerden un verso de Eluard y que en unos brazos se
acaricie
Algo más allá de la carne: que se los toque
Como el ámbar de una tarde. Ah, déjenme decir
Que es preciso que la mujer que está allí como la corola
ante el pájaro
Sea bella o tenga por lo menos un rostro que recuerde un
templo y Sea leve como un resto de nube: 
mas que sea una nube
Con ojos y nalgas. Lo de las nalgas es importantísimo.
De los ojos, entonces
Ni decirlo: que miren con cierta maldad inocente. Una
boca
Fresca (nunca húmeda) es también de extrema
pertinencia.
Es preciso que las extremidades sean flacas; que unos
huesos
Sobresalgan, especialmente la rótula en el cruzar de
piernas, y las puntas pélvicas.
Cuando se enlaza una cintura ondeante.
Gravísimo es sin embargo el problema de los huesos
claviculares: una mujer sin ellos
Es como un río sin puentes, Indispensable
Que haya una hipótesis de barriguita, y en seguida
La mujer se alce en cáliz, y que sus senos
Sean una expresión greco romana, más que gótica o
barroca
Y puedan ilumniar la oscuridad con una potencia mínima
de 5 bujías.
Es muy menester que calavera y columna vertebral
Casi se muestren; y que exista un gran latifundio dorsal!
Que los miembros terminen como tallos, y bien haya un
cierto volumen de muslos
Y que sean lisos, lisos como pétalo y cubiertos de
suavísima pelusa
Sensibles, sin embargo, a la caricia o contrapelo,
Es aconsejable en la axila una dulce gramilla con aroma
propio
Casi imperceptible (un mínimo de productos
farmacéuticos!)
Preferibles sin duda los pescuezos largos
De modo que la cabeza dé a veces la impresión
De ser ajena al cuerpo, y la mujer no recuerde
Flores sin misterio. Pies y manos deben contener
elementos góticos
Discretos. La piel debe ser fresca en las manos, brazos,
dorso y rostro
Pero que las concavidades y los huecos tengan una
temperatura nunca inferior
A los 37 grados, pudiendo eventualmente provocar
quemaduras
De primer grado. Los ojos, que sean de preferencia
grandes
Y su rotación al menos tan lenta como la de la tierra; y
Que estén siempre más allá de un invisible muro de
pasión
Que es preciso traspasar. Que la mujer sea en principio
alta
O, si baja, que tenga la actitud mental de las altas
cumbres.
Ah, que la mujer dé siempre la impresión de que, si
cerráramos los ojos.
Al abrirlos ella ya no estaría presente
Con su sonrisa y sus enredos. Que ella surja, no que venga;
que parta, no que se vaya
Y que posea una cierta capacidad de enmudecer
súbitamente y hacernos beber
La hiel de la duda. Oh, sobre todo
Que no pierda nunca, no importa en qué mundo
No importa en qué circunstancias, su infinita volubilidad
De pájaro; y que acariciada en el fondo de sí misma
Se transforma en fiera sin perder su gracia de ave; y
que exhale siempre
El perfume imposible; y destile siempre
La embriagadora miel; y cante siempre el inaudible canto
De su combustión; y no deje de ser nunca la eterna
bailarina.
De lo efímero; y en su incalculable imperfección
Constituya la cosa más bella y más perfecta de toda la
creación innumerable.
Receta de mujer y otros poemas (1960)
tomado de: https://maxitell.wordpress.com/2011/03/08/poema-receta-de-mujer-por-vinicius-de-moraes/ 

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RECETA DE VARON POR GIOCONDA BELLI





«No importa si no es hermoso
-la fealdad en el hombre puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos–
pero es esencial que el pecho sea acogedor
y que los brazos ofrezcan la promesa
de abrazos apretados y tiernos.

Vello en el cuerpo o no,
es cuestión de gustos.
Personalmente los prefiero
tapizados,
con espacios de sombras oscuras
suaves al tacto,
y capaces de llenar el olfato
con el olor del día a flor de piel.

La cintura que se defina, por favor;
que no le sobre, ni le falte,
que no acuse el descuido del dueño,
mas que en ciertas épocas permisibles
donde unas libritas demás,
son sólo testimonio de amables libaciones.

Las manos son definitivas:
deben saber detener la cabeza de la mujer
con el celo con que el marinero escatima al viento
la única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces de la forja del hierro, la lágrima,
de esculpir los intrincados artesonados del placer.

Las piernas también son importantes
pero les perdonamos las torceduras,
lo tosco, las imperfecciones,
si al encontrarnos con la boca
vemos una sonrisa en la que poder confiar
y unos ojos que nos aseguren la mañana.

La espalda masculina debe ser extensa
como una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y los heliotropos,
y es fundamental que en las caderas
se alcen dos colinas
inequívocas, sólidas,
que se nos queden prendidas en la memoria
cuando el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose en la noche.

La voz que resuene con vibraciones de bajo
pero que sepa modular
la tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando el fin de la luna en la ventana.

El hombre, al fin,
ese mítico animal
que reinventa siglo tras siglo
las quimeras que pueblan las obsesiones femeninas,
habrá de conservar,
-perdida la absoluta hegemonía–
todas aquellas cosas
galantes, fuertes, acogedoras,
que, a pesar de todos los pesares,
lo mantienen sólidamente anclado,
en el profundo, incansable mar,
de las hembras».


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TOMADO DE:http://apostillasnotas.blogspot.com/2008/02/receta-de-varn-gioconda-belli.html