Buscar este block:

jueves, 2 de octubre de 2014

Para re-leer del periódico de Bogotá, EL ESPECTADOR del 6 de septiembre de 2014



Fernando Vallejo visto por William Ospina




En los actos públicos, hablar después de Fernando Vallejo es muy difícil, porque él deja en el aire dos de los signos en que más se reconoce la humanidad, el signo de la indignación y el signo de la rebelión.

Y porque en su caso uno no sabe qué admirar más: si la ferocidad de los temas o la gracia del estilo.
Pero también, como se lo dije un día a un periodista que nos entrevistaba, porque Fernando lucha contra cosas que vuelan a leguas por encima de nuestras frivolidades cotidianas: él quiere que aprendamos a respetar y querer a los animales; que como especie no pesemos sobre el planeta; que abandonemos la mansedumbre ante el poder, que ha convertido en todas partes a la democracia en una descarada complicidad de las mayorías manipulables con ambiciosos que se reparten el tesoro público y deciden la paz y la guerra, la degradación de la naturaleza y el destino de la especie.
No habla para agradar, sino, como él mismo lo dice, para molestar. Y eso es muy raro en estos tiempos de demagogia y de adulación: cuando la publicidad soborna y la política chantajea, cuando la religión endulza a la clientela y los medios nos venden la realidad como espectáculo y nos dicen con cara de palo que cuatro y ocho son lo mismo. Rugir es un arte que ya no se practica, porque esta es la edad de la zalamería del mercado.

Reconozco que yo soy más crédulo. Creo a veces en los que afirman querer cambiar a la humanidad. A veces me dejo aturdir por la ilusión de que la política puede cambiar en algo la injusticia de este mundo, pero es Fernando quien tiene razón. Como dijo el maestro Hölderlin: “Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, se ha construido su infierno”. Ahora bien: pienso que las iglesias han hecho mucho daño, pero también que mucha gente honrada y buena encuentra en la religión un consuelo frente a los horrores de la realidad.

Y ambos creemos en Dios. Yo, porque necesito alguien o algo a quien atribuirle el orden misterioso del universo y la belleza del mundo. Él, porque necesita alguien a quien atribuirle tanto horror y tanta maldad. Casi todo el que se enfrenta con Dios termina atrapado en sus garras. Pero Dios, si no lo pensamos como un tirano barbado e implacable, y ni siquiera como una persona, también puede ser un consuelo para la imaginación, un signo misterioso para hablar de la complejidad del mundo, del secreto de sus leyes, del respeto por lo desconocido, de la reverencia ante lo asombroso, ante todo lo que la razón no puede explicar.

Vallejo afirma que la humanidad no debe reproducirse, y lo dice con furia, porque estamos multiplicando una especie cada vez más depredadora y más frívola. Pero en sus libros los jóvenes son bellos y deseables, y todos quedamos con la sensación agradecida de que la vida debería ser distinta y de que vivir vale la pena.

A mí sinceramente me gusta que exista la humanidad. Con todas sus pestes, sus desvaríos y sus crímenes, la humanidad es lo único que tenemos, para admirar y para condenar. Y debo decir algo que alarmaría a Fernando: si no fuera por los crímenes de la humanidad, tal vez su prosa no tendría tanta fuerza, porque la maldad humana es el aire que sostiene sus alas. Los moralistas sólo tienen sentido como adversarios de la maldad, como denunciadores de los errores del mundo; sus palabras sólo tienen sentido si el mundo puede ser mejorado, si tiene la opción de ser distinto.
Borges dijo que Voltaire se había empeñado en demostrar que el universo es apenas un escenario de catástrofes y maldades, pero que lo hizo con tanta gracia y prodigalidad que el efecto de sus palabras no es de desolación sino todo lo contrario. “¿Cómo podría el universo ser malvado si ha producido un hombre como Voltaire?”.

Fernando Vallejo tiene un humor tan festivo y tan brillante que, después de oírlo tronar contra los poderes y los horrores, uno siente que vale la pena estar aquí, que vale la pena indignarse, y hasta acepta que hay que destituir a los ambiciosos y a los insensibles.

Que alguien nos explique por qué cuando uno lee los libros de Fernando Vallejo, que denuncian toda la malignidad de la historia, a cada instante tiene que hacer un alto para reírse, porque todo lo que dice es expresivo y agudo, desnuda vanidades y derrumba prestigios, y no deja títere con cabeza, y manda a los perros al cielo y a los monarcas al infierno.

El carnaval de la vida también le arranca sonrisas: dice que a María Félix se le olvidó morirse, que vio en sueños a Octavio Paz empujando una carreta cargada de sus versos rumbo al olvido, que Rufino José Cuervo murió en París, cuando iba apenas por la letra D de su diccionario: “Tan lejos de Colombia y de la Zeta”. Habla mal de los poetas de hoy, y sienta el acta de defunción de la Poesía, pero hay que ver su cara cuando oye unos versos de León de Greiff o de san Juan de la Cruz, hay que oírlo decir el poema Lo fatal de Rubén Darío.

Fernando denuncia al mal: se lo atribuye a Dios, a la Iglesia, a los políticos, a los corruptos, a los ambiciosos, a los que se reproducen, a los que devoran a sus congéneres. O sea que Fernando cree en el bien, es más: lo encarna. Finge ser malo, reclama para sí la etiqueta de hereje y el olor del azufre satánico, pero la suya es una manera secreta y engañadora de ser santo.
Yo imito el argumento de Borges: ¿cómo podría el universo ser malvado si ha producido un hombre como Fernando Vallejo?













 LO QUE ESCRIBEN LOS ESTUDIANTES  SOBRE 

 William Ospina, un verdadero escritor…

Jaime Andrés Benavides
Comunicación Social
Universidad Santo Tomás
IV semestre

“La más honda importancia de una obra está en los aportes que haya hecho a su lengua y a la sensibilidad de su pueblo, así ese pueblo reciba muy lentamente ese legado y se lo incorpore de una manera que no puede ser gobernada por nadie”: William Ospina
William Ospina es un escritor innato. Sus facultades se vislumbran cada vez que uno de sus libros es publicado. A diferencia de muchos que escriben poco, éste se caracteriza por escribir entre cuatro y tres libros llenos de ensayos por año. Además de ello, últimamente ha dejado leer sus poemas, en los cuales se nota el gran sentido que para el autor tienen, la naturaleza y la universalidad.

Conocedor exiguo de la obra de Borges y Márquez, tanto así que fue el primer autor en leer “Vivir para contarlo” de Gabo, antes de su publicación, fuera de eso es un amante de esas literaturas que para muchos son extrañas e incluso recónditas, entre líneas citadas, se remite a autores que rara vez se nombran por otros escritores.

Qué increíble capacidad la de este autor para abordar sus escritos, y qué fascinante creación la de ellos mismos a su vez. Desde hace un tiempo son publicados sus ensayos en la revista “Cromos”. Allí promueve ideas que estimulan la reflexión, de muchas personas seguidoras de su obra, con respecto a infinidad de temas.

Su imaginación, al igual, que su creación no tienen limites. A esto  se le atribuye su inmensa capacidad de producción literaria, algunos adeptos a sus ideas y a sus escritos, aseguramos con certeza y seguridad, que allí en esos bellos relatos, esta el que en unos años será, el nuevo Nóbel para la literatura colombiana.

En sus libros, deja ver esa inclinación y esa admiración que tiene por la cultura oriental, pareciera como si en sus ideas valiera más esa misticidad propia de dicha cultura, que a los occidentales nos parece tan confusa y extrema, que la misma civilización a la cual pertenece. Es por ello que sus ideas son fuertemente cuestionadas, motivo por el cual lo han rotulado como soñador e idealista.

Sus ensayos se acompañan, por nombres y fechas concretas, elementos que otros escritores no abarcan con tal facilidad, por ejemplo, menciona con exactitud los nombres de todas las tribus americanas antes del descubrimiento, incluso se remite a los nombres de algunos de sus caciques, así como a los nombres de esos primeros cronistas que la España trajo a cuestas en momentos de la colonización; de igual manera lo hace con las cruzadas, de ellas menciona las rutas y los siglos precisos. “ello en distintos ensayos, -la cruz y la media luna- y -la conquista-”

Como si esto fuera poco, es uno de los pocos que realiza análisis poéticos tan precisos y valederos, tanto así que en ”el llamado de la tierra” uno de los ensayos publicados en “la herida en la piel de la diosa”, se atrevió a descifrar poemas de José Manuel Arango, un poeta al que describe, como un escritor que no vino a satisfacer ningún publico, pero que si lo hizo para enriquecer el lenguaje.

En su libro ¿Dónde esta la franja amarilla? Habla de la situación colombiana y de los aparentes porqués de la situación perpleja, para ello se remite al legado de los franceses y de su revolución, así como al inmenso conflicto trágico y suculento que suscito el horror de la violencia entre partidos y entre guerrilla, hace un tiempo no tan lejano al actual.

En su último libro América Mestiza el país del futuro, realiza una hermosa compilación de datos que constituyen esa vieja historia que muchos se han dado a la tarea de negar, la historia de esa América que antes de la llegada de los españoles era mucho más civilizada que ellos mismos. En esta explica leyendas y mitos, así como también de la profunda misticidad de estos pueblos, de sus creencias y sus ceremonias. Y hace un llamado para todos los pueblos del actual continente, este consiste en esa vieja idea de Simón Bolívar expresada en su famosa carta de jamaica, la idea que asume el continente como un país.

Entre tanto, sigue realizando y publicando en la revista número, traducciones de importantes autores y emitiendo juicios que como el bien lo diría: son a la vez biología y lenguaje, naturaleza y cultura, huellas de la historia en la arcilla y pupilas que buscan las estrellas.

Es por esto, que aun sabiendo que su interés no es simpatizar, ni responder a ningún publico, sino que más bien al lenguaje, que nos atrevemos a decir que con ansías infinitas, esperaremos sus escritos y esa anhelada novela que publicara en el segundo semestre de este año.

Esos extraños prófugos de occidente. 
Si con alguien se conocen a personajes, extraños y desconocidos, ese es William Ospina, su visión del universo y su ambición por recorrer el mundo, le han permitido conocer sobre pasajes y concepciones, autores y poesía, vidas y obras, historias y mitos, que en occidente sobre todo, no se conocen.

Arthur Rimbaud, Walt Whitman, Emily Dickinson, Lord Byord, William Faulkner y Friedrich Holderlin, son las biografías que de forma especial y completa, trasmite en este su libro.

Su capacidad para traducir libros en idiomas europeos, le ha permitido traer algunas de la obras de estos autores, al español.

¿Donde esta la franja amarilla? 
Que fascinante visión la que describe en estos ensayos, aquella que muchos consideran idealista, utópica y fantasiosa, es más bien un completo compilado de cada uno de los factores que antes y ahora, inciden en la realidad colombiana.

La falta de un proyecto nacional conjunto, que brote de las mentes de todos los colombianos y no de un limitado grupo de personas, es la idea que entre líneas deja, esa sustanciosa recopilación de ensayos que en este se presentan.
Advierte que si durante años la Colombia se ha fraccionado entre dos partidos políticos “rojos y azules” liberales y conservadores, se hace necesario hallar el amarillo, que también tiene nuestra bandera, pero que aun no ha llegado. Aquel amarillo sería ese gran proyecto nacional, producto de la iniciativa de todas las gentes que habitan la maravillosa Colombia.

La herida en la piel de la Diosa.
En este, el primero que publico con Aguilar, presenta a sus lectores, ensayos con todo tipo de actividad temática. Para hablar de él, habría que hablar de cada uno de ellos y dar vuelcos totales entre párrafo y párrafo, y sin embargo nos atreveríamos a decir, que sin uno de los publicados, el libro no tendría el sentido que en realidad tiene.

En su libro la herida en la piel de la diosa”, se habla de indios y se habla de Bush; se habla de “la cruz y la medialuna”; se habla de dos leños y se dice región; se habla de “el llamado de la tierra” y se habla de cruzadas; se habla de descolonización y se habla de las nuevas colonias… Empieza por mencionar, con fechas y nombres cada una de las cruzadas, y termina por hablar de la política intervenciónalista de los Estados Unidos, cruzando por “la poesía de los Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez y “Lo que tomamos de Francia.”

Trece ensayos en los que no hay afinidad temática y sin embargo, ideas vagan por la mente del lector, con un timonel que permite el dialogar en la diversidad de matices, de tonos, de temas. Permite a su vez, dice el autor -que convivan la opinión y la ciencia; la biología y el lenguaje; la decencia y la ironía; la naturaleza y la cultura-, crea conciencia y debate con lectores, impulsando ideas nuevas, llamadas por el, pero a fin de cuentas propias del lector.

América Mestiza, El país del futuro.
Muy seguramente las ideas expuestas en este, le abrirán camino hacia todos los países de Sur América. Aludiendo a que somos pueblos inexpertos, con memorias que datan de tan solo cinco siglos atrás, pretende retomar todo aquello que hace un tiempo nos hizo no una América fraccionada y si más bien un territorio hermano, civilizado mucho antes de que los europeos hallan determinado como serlo.

Sus ensayos, fruto de la experiencia y del conocimiento, exponen de manera exquisita, la real historia de América, esa misma que en estos tiempos es tratada desde su descubrimiento y no desde su totalidad. En ellos también expone el porque somos el choque de tantos mundos, del africano y del europeo, remitiéndose al claro ejemplo, de los mil colores del arte que exponen los pueblos latinos.

Su libro es un bello tema dedicado no solo a su Colombia natal, si no que también a los peruanos y a los ecuatorianos, a los argentinos y a los brasileros, a los venezolanos y a los uruguayos en fin, a todos los países de la América mestiza

 
 
Colombia en el pensamiento de dos de sus  autores de hoy:






“La más honda importancia de una obra está en los aportes que haya hecho a su lengua y a la sensibilidad de su pueblo, así ese pueblo reciba muy lentamente ese legado y se lo incorpore de una manera que no puede ser gobernada por nadie”   William Ospina





No hay comentarios.:

Publicar un comentario