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viernes, 4 de marzo de 2016

EDUARDO Y MARIA MERCEDES CARRANZA, unas voces únicas de la poesía colombiana




María Mercedes le cantó a su ciudad natal
 desde la rebeldía

BOGOTÁ, 1982


Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.

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(Con su papá; el poeta Eduardo Carranza) 

A María Mercedes le gustaba ir por la vía contraria

POEMA DEL DESAMOR

Ahora en la hora del desamor
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.

Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.

¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!



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María Mercedes desafiaba 

los tiempos y los espacios, por eso será eterna



UNA ROSA PARA DYLAN THOMAS

“Murió tan extraña y trágicamente
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....”

D.T.



Se dice: “no quiero salvarme”
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcool
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.


María Mercedes le hizo 

muchas preguntas  la historia


POEMA DE LOS HADOS

Soy hija de Benito Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “muera la inteligencia”,
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu ma vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción melancólica:

“El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso...”


Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.


Primero que todo a María Mercedes le

 aprendemos a protestar




Sé que voy a morir porque no amo ya nada.
Manuel Machado
Moriré mortal,
es decir habiendo pasado
por este mundo
sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio,
pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma
a la hipocresía: he traficado
con las palabras,
con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira:
he esperado la esperanza,
he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié
la palabra Patria;
acepté el engaño:
he sido madre, ciudadana,
hija de familia, amiga,
compañera, amante.
Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX.
Y cuando el miedo llega
me voy a ver televisión
para dialogar con mis mentiras.

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María Mercedes entra a la eternidad porque

 supo sumar poesía a la blasfemia, 

¡o se  jugó la vida  a la inversa!


SOBRAN LAS PALABRAS
Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.


A  la gestora cultural que fundó y sostuvo la Casa de Poesía Silva, mamá no sólo de Melibea pues fue la protectora de los poetas a lo largo y ancho del país; fue la voz cultural en la Constituyente de 1991; fue la periodista y política y, ante todo miraba de frente. Juan Gustavo Cobo Borda reseña para el boletín del Banco de la República esta nota que se reproduce a continuación: 

Carranza, María Mercedes

Ficha Bibliográfica escrita por Juan Cobo Borda para la biblioteca virtual del Banco de la República


Palabras clave: Biografías  de poetas - Colombia; Los Carranzas (Padre e hija) en  Poesía colombiana


Poetisa y periodista colombiana nacida en Bogotá el 24 de mayo de 1945 y fallecida el 11 de julio de 2003. Hija del poeta y diplomático Eduardo Carranza, viajó desde temprana edad a Europa en compañía de su padre, donde se establecieron en España y Francia. De esta manera, María Mercedes Carranza tuvo la oportunidad de conocer e interactuar con algunos de los poetas más reconocidos de la época; entre ellos, Panero, Rosales, Ridruejo y Luis Felipe Vivanco. Concluyó sus estudios en la Universidad de los Andes, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía y Letras.
Ejerció el periodismo trabajando para periódicos como El Siglo de Bogotá y El Pueblo de Cali, donde dirigió las páginas literarias Vanguardia y Estravagario. Durante trece años fue jefe de redacción de la revista Nueva Frontera. Durante los años que precedieron su muerte estuvo a cargo de la sección de crítica literaria de la revista Semana.
En el ámbito político, María Mercedes Carranza apoyó la campaña a la presidencia de Luis Carlos Galán por medio del movimiento Nuevo Liberalismo y fue parte de la Asamblea Constituyente de 1991. En al año 1986 asumió la dirección de la Casa de Poesía Silva de Bogotá. A un nivel más personal, la triste situación del país la afectó directamente cuando su hermano Ramiro Carranza fue secuestrado por las FARC. Por esta razón, hasta poco antes de su muerte lideró una campaña por la paz que buscaba la liberación de los secuestrados.
Entre algunos de sus libros de poesía más reconocidos figuran “Vainas y otros poemas” (1972), “Tengo miedo” (1983), “Hola, soledad” (1987) y “Maneras de desamor” (1993). Adicionalmente, publicó otros libros de cuentos, antologías y un texto crítico sobre la poesía de su padre titulado "Carranza por Carranza" (1985).
Después de sufrir una larga depresión, María Mercedes Carranza se quitó la vida el 11 de julio de 2003 en su apartamento de Bogotá al tomar una sobredosis de píldoras antidepresivas. En su honor, el presidente de la época, Alvaro Uribe Vélez, declaró un minuto de silencio. Junto a su lecho de muerte, yacía un poema de su padre que leía: “Todo cae, se esfuma, se despide, y yo mismo me estoy diciendo adiós”. Tenía 58 años de edad cuando falleció.

María Mercedes Carranza en la Blaa Virtual

Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/carranza.htm (03 - 03- 2016)


Don Eduardo Carranza y su poema al Llano:


Imagen de Eduardo Carranza


Llano llanero

Aquí esta el llano escrito de ríos. El llano azul de ríos. Tierra casi toda aire. 
Horizonte, novillo cimarrón y fruta y tiple y caballito veloz y copla triste y novia morena y silbo del turpial… 

Aquí esta el llano, extendido hasta el cielo. El llano sin principio ni fin como mi alma. 
El llano que se prolonga de palmera en palmera como el mar de ola en ola. 
Aquí esta el llano empapado de sol como la mar de sal. 

Aquí está la llanura. Y en la palma de su mano esta la línea de la suerte de mi patria. 
Esa línea es azul y se llama Rió Meta. 

Aquí esta el llano, firmamento de tierra, patio de Colombia, lleno de naranjos. El llano, el llano llanero. Yo le canto de pie, a grito herido y hasta enronquecer. En pie sobre mi arpa yo le canto. 

Canto a su cielo limpio, bruñido y azul como una sala de dinamos. Sus ríos de afiebradas márgenes. Sus blancos pueblos bajo el océano de la luz. Su paisaje seco y orgulloso, con tiernos recodos en verde y agua. El llano que me suena a somaten. Me huele a fogata y a caballo nocturno y a alcohol. 

Tierra desesperada. Patria difícil y áspera. Tierra sexual, azogada, loca y alcoholada que me tira el corazón y las entrañas. Me exaspera la sangre y la fantasía. Aquí el cielo es más alto pues los hombres caminan mas erguidos y a caballo. Aquí el día se levanta más temprano. 

Yo te saludo, infinita Patria, abierto libro, lecho para el amor. Te saludo en lo que fue, como un jardín sepultado. Te saludo en mis abuelos muertos, poderosos e invisibles bajo la tierra, como la sangre bajo la piel del hombre. Y pongo mi oído sobre la tierra para oír el galope de los dichosos días que vendrán. 

Yo te saludo, pálido llanero, mi camarada y consanguíneo, cuyas manos heroicas matan la fiera y lavan la camisa gris de la mamona. 

Salud a ti llanero. Que con tu silbo guías el crecimiento de las palmas. 

A ti con tus dientes perfectos y tu risa guerrera. A ti, jinete que saltas sobre el caballo como la onda sobre el lomo del rió. 

A ti, cazador que miras el tigre a los ojos. A ti, que vas en la piragua, a ti que saltas con tu potro por encima del tiempo. A ti, que en medio de la noche galopas en la mitad del llano, ancho como un siglo y para quien una estrella es la casa más cercana. A ti, que velando sobre tu ganado mides la noche latido a latido. Y a ti, “veguero” que ríes en tu machete. Y a ti, muchacha con curvas de rió llanero y con piel de perfume, a ti, estatua del verano, a ti de arena enternecida. Cuyas alas solo mis ojos saben ver. 

A ti, callado héroe, a la sombra de tus palmeras, yo te canto. Y a ti que tocas la guitarra sobre la ola de la hamaca. Y a ti, jinete cuya frente se alza como el sol. 

Yo te saludo Patria, en lo amargo de la raíz y en lo dulce del fruto. Te saludo en la orquídea y en el tigre. En tu aire que ríe por la mañana, como una muchacha que escondiera, que medio escondiera su cara entre los cabellos mojados recién salidos del baño. 

Te saludo en el mediodía inmóvil de pronto como los ojos de una serpiente. Te saludo en la tarde que es como una dulce mano violeta sobre nuestra frente. Y en la noche que pone a danzar los sueños en ronda, cogidos de la mano, cuando un jinete invisible por el cielo, levanta una dorada polvareda. 

Yo te saludo, Patria, a ti que eres el paraíso terrenal de incógnito, en cuya lisa superficie se desbordan los grandes río como los corazones demasiado hermosos. Tierra sencilla como el fuego, como el aire, como el agua. 

Tierra que habla con lengua de aromas que yo entiendo. En ti relinchan los potros del viento y los días se alzan como cresta de gallo y avanza la mañana húmeda y roja como una invasión de besos. 

En ti las islas que un rió abraza como abraza a un corazón el tiempo. En ti la atmósfera vestida de llamas anda delirando el día de la quema. En ti los pájaros con su peso de música. En ti la lluvia que abre el País de las Maravillas. 

En ti la mañana rápida y alegre como una buena noticia de repente. En ti la risa de aguas y espumas. En ti los ojos azules de los lagos. En ti la soga, relámpago flexible, En ti el silencio en su casa de musgo. Y sobre ti un río de galopes y un relincho levantado hasta el cielo. 

OH mi Patria, casa sin puertas, casa toda puertas, llena de par en par como el futuro. 

Yo también te robaría, en unas fiestas, “sobre un garañon y con matracas y entre los tiros de la policía” 

( * ) Nacido en Apiay, Meta

Tomado de: 
[consulta 07.10.2019]


El olvidado

Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

A Jorge Gaitán Durán
              

Ahora tengo sed y mi amante es el agua.
Vengo de lo lejano, de unos ojos oscuros.
Ahora soy del hondo reino de los dormidos;
allí me reconozco, me encuentro con mi alma.
              
La noche a picotazos roe mi corazón,
y me bebe la sangre el sol de los dormidos;
ando muerto de sed y toco una campana
para llamar el agua delgada que me ama.
              
Yo soy el olvidado. Quiero un ramo de      agua;
quiero una fresca orilla de arena enternecida,
y esperar una flor, de nombre margarita,
para callar con ella apoyada en el pecho.
              
Nadie podrá quitarme un beso, una      mirada.
Ni aún la muerte podrá borrar este perfume.
Voy cubierto de sueños, y esta fosforescencia
que veis es el recuerdo del mar de los dormidos.



El insomne

Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

       
A Alberto Warnier
              
A alguien oí subir por la escalera.
Eran -altas- las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
... Sólo el tenue crujir de la madera.
              
No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.
( Deliraba de estrellas la ventana. )
Tampoco el paso que mi sangre espera...
              
Sonó un reloj en la desierta casa.
Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.
              
No es de ángel o amigo lo que pasa
en esa voz de acento conocido...             
... A alguien sentí subir por la escalera...



GALOPE SÚBITO
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

              A veces cruza mi pecho dormido
              una alada magnolia gimiendo,
              con su aroma lascivo, una campana
              tocando a fuego, a besos,
              una soga llanera
              que enlaza una cintura,
              una roja invasión de hormigas blancas,
              una venada oteando el paraíso
              jadeante, alzado el cuello
              hacia el éxtasis,
              una falda de cámbulos,
              un barco que da tumbos
              por ebrio mar de noche y de cabellos
              un suspiro, un pañuelo que delira
              bordado con diez letras
              y el laurel de la sangre,
              un desbocado vendaval, un cielo
              que ruge como un tigre,
              el puñal de la estrella fugaz
              que sólo dos desde un balcón han visto,
              un sorbo delirante de vino besador,
              una piedra de otro planeta silbando
              como la leña verde cuando arde,
              un penetrante río que busca locamente
              su desenlace o desembocadura
              donde nada la Bella Nadadora,
              un raudal de manzana y roja miel,
              el arañazo de la ortiga más dulce,
              la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
              tejiendo su delirio,
              un clarín victorioso levantado hacia el alba,
              la doble alondra del color del maíz
              volando sobre un celeste infierno
              y veo, dormido, un precipicio súbito
              y volar o morir...
              
              A veces cruza mi pecho dormido
              una persona o viento,
              un enjambre o relámpago,
              un súbito galope:
              es el amor que pasa en la grupa de un potro
              y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.



Muchacha
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

       
A Gerardo Diego
              
1
Dos mariposas de seda,
detenidas en su pelo.
La mañana, como un velo,
atrás flotando se queda.
              
El sol en su red enreda
esa presencia de vuelo.
Saetas de luz, en rueda,
cautiva la dan al cielo.
              
En el aire y en los sueños
deja dos nidos pequeños
sostenidos por sus venas.
              
Tacto del mundo, su traje.
Su voz, aéreo paisaje
vago de nubes-sirenas.
              

2
Alzado arroyo viajero.
Espacio de uva y rosa.
Gajo de sal anhelosa.
Largo beso prisionero.
              
Alto lugar de lucero,
la frente maravillosa,
entre mimos de mimosa
y silbos de cocotero.
              
Manos en sol modeladas.
Tibia presión de miradas,
muchacha, playa sin huellas.
              
Tierra del desvelo. Rada
de deseos limitada.
Dibujo blanco de estrellas.

[consulta 07.10.2019]



Es melancolía



Te llamarás silencio en adelante.
Y el sitio que ocupabas en el aire
se llamará melancolía.
Escribiré en el vino rojo un nombre:
el tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.
Ahora miro largamente, absorto,
esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.
Esta mano lejana, de otro mundo
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.
Un día iré a buscarme, iré a buscar
mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.
Te llamarás silencio en adelante.
Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.


Soneto a la rosa



En el aire quedó la rosa escrita.
La escribió, a tenue pulso, la mañana.
Y, puesta su mejilla en la ventana
de la luz, a lo azul cumple la cita.
Casi perfecta y sin razón medita
ensimismada en su hermosura vana;
no la toca el olvido, no la afana
con su pena de amor la margarita.
A la luna no más tiende los brazos
de aroma y anda con secretos pasos
de aroma, nada más, hacia su estrella.
Existe, inaccesible a quien la cante,
de todas sus espinas ignorante,
mientras el ruiseñor muere por ella.

Tomado de:  https://ciudadseva.com/autor/eduardo-carranza/poemas/



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